26 de abril de 2011

Colores descoloridos, sueños impredecibles, supervivencias nongratas.

Vivo en una pecera,
donde los sueños están descoloridos de tanto pensar en ellos,
de tanto intentarles darle un uso y razón.
En la que el nadar y el respirar del día a dia se acaban convirtiendo
en un reto muy peligroso para mi,
pues tarde o temprano acabaré ahogandome en mis propias burbujas de oxígeno,
esas burbujas a las que tomo cada una de ellas como una ilusión,
un grupo de ilusiones en las que acabo cayendo
 y me doy cuenta de que es un pozo sin fondo.

A la vez, en ella, convivo con muchos peces a mi alrrededor,
a veces les tomo muy en cuenta, a veces hago como si no existieran,
puede que ese sea mi error.

Debería vivir en un equilibrio donde ni el egocentrismo ni la dependencia social hicieran mella en mi,
donde pudiera nadar en armonía con los demás y respirar,
sin tener que sentir que a la vez que me ahogo,
como me ocurre ahora.

Pero eso no me haría sentirme aún mejor,
porque ese nudo que me ahoga seguiría ahí,
por sentir que las cosas  y las personas que más quiero pueden irse al fondo,
al oscuro fondo donde yo no podré rescatarlas,
por mucho que nade y aleteé,
se sumergirían en el doloroso olvido que a la vez me haría recordar el doble de lo que me acuerdo ahora.

Pero esto funciona así,
a veces soy persona,
otras veces soy una incertidumbre que daña a los demás.
Solo tengo claro que por aquello a lo que quiero lucharé,
asta el último coletazo de mi vida,
asta que todo se haya quedado en silencio y solo se escuche el correr del agua.



       


Laura Rivas Alvarez.

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